domingo, 8 de febrero de 2009

Introducción a la Psicoterapia Institucional

Presentación:

Muchas cosas habían sido ya intentadas en el mundo para "humanizar la suerte de los pobres enfermos mentales", pero la acción sistemática de revolución psiquiátrica en el plano teórico y práctico no hubo de iniciarse verdaderamente sino en el hospital psiquiátrico de Saint-Alban, en Lozere, por los sucesivos equipos que se constituyeron en torno de Francois Tosquelles.
Había nacido una nueva actitud, un nuevo modo de acceso militante a la enfermedad mental, que iba a sacudir a los estereotipos habituales y chocar con con los círculos reaccionarios de la administración. La semiología tradicional se veía cuestionada por el establecimiento de nuevas relaciones entre los enfermos y los tratantes, entre los enfermeros y los médicos, entre los médicos y las familias,etc.
La psicoterapia institucional señala una fórmula un tanto paradójica, que no puede pensar en una cura psicoterapeutica para los enfermos graves, sin tomar en cuenta el análisis de la institución. Y, recíprocamente, se tiene que proceder a la revisión de la cura individual, concediendo más atención al contexto institucional.

El punto de partida:

Todas estas tentativas implican un cuestionamiento metodológico de la investigación en las ciencias humanas : el acceso directo al individuo no es posible, o bien se revela engañoso; se puede creer que se habla al niño, al neurótico, y también que ellos os oyen, pero esto puede ser una falsa apariencia. A pesar de las buenas intenciones aparecen efectos de sugestión. Una psicología de la adaptación podrá tener resultados, pero de hecho no puede alcanzar verdaderamente el registro del sujeto. El acceso a los deseos fundamentales implica ciertos rodeos, ciertas mediaciones. Allí es donde introducimos esta noción de "institucionalización", este problema de la producción de instituciones: ¿quién produce la institución y articula sus subconjuntos?¿Existe algún modo de influir en esta producción? La habitual proliferación de instituciones en la sociedad contemporánea no desemboca sino en el reforzamiento de la alienación del individuo: ¿Existe la posibilidad de que se produza una trnsferencia de responsabilidad y que al burocratismo suceda una creatividad institucional?

¿Qué es un grupo?

Los grupos sometidos reciben su ley del exterior , a diferencia de otros grupos, que pretenden fundarse a partir de la asunción de una ley interna; estos son grupos fundadores por sí mismos.
¿Cómo reconocer esos grupos-síntomas?¿Cómo reconocer el hecho que una sociedad, en un momento dado, es portadora de un cambio?¿Cómo reconocer una convulsión social cuyo desarrollo objetivo es tributario de una exigencia social? No hay ningún mecanismo. El que hubiera surgido, en una época dada, una exigencia de transformación social en la sociedad feudal francesa no implicaba automáticamente el comienzo de una revolución, sino solamente un deseo de otra cosa, una pasión de convulsión perceptible por mil síntomas.
Nuestro problea es llegar a descubrir una estructura de enunciación social.Si permanecemos en nociones como la de Yo ideal o ideal del Yo, consideramos un sujeto que no intenta integrarse en un campo social dado, sino únicamente, por su función de palabra, en el campo del Otro. Partimos de una situación inicial marcada por una contigencia absoluta, por un narcisismo absoluto, para desembocar en una abertura hipotética sobre la sociedad en general, en una "curación" que implica, en la indeterminación, todo tipo de problemas de integración a grupos sometidos (escuela, grupo deportivo, cuartel, sindicato,partido, etc).
La iniciación militante es la aceptación de la finitud de toda empresa humana, la ausencia de toda garantía trascendental, la muerte de Dios y no ya la muerte culpabilizante del padre y su sanción castradora en la iniciación edipiana.
Por instinto de muerte del grupo entiendo la pulsión inversa a la qe provoca el deseo de reunirse.Esta inversión, que se instaura al mismo tiempo que la figura positiva, es indispensable descubrirla para comprender el grado de agresión , de violencia, implicado en la vida de un grupo.
El instinto de muerte del grupo es expresado y conjurado por elementos rituales, palabras vacías, reuniones tranquilizantes y cualquier otro elemento de la mecánica de los grupos.Este aspecto es inevitable para constituir un grupo; sin él, no habría más que una agrupación temporaria alrededor de un falo cualquiera. Conquistas necesarias, específicas de esta dimensión del grupo, las estructuras que expresan esta pulsión inconsciente amenazan siempre caer en un sistema de alienación y de anticultura.

La institución:

Mientras que el psicoanalista se contenta con una gama de interpretación insignificante, la institución tiene como característica ser potencialmente un sujeto analizante que no coincide con un individuo. Sin embargo, no llega a serlo automáticamente: la mayoría de las veces permanece como una estructura ciega, que al actuar fundamentalmente en el registro de la alienación, remite el sujeto a sí mismo y deja al individuo en la impasse, el status-quo.
A partir del momento en que logramos voltear el carácter de totalización de una institución , en lugar de girar sobre ella misma como una estructura, ésta puede adquirir una consistencia subjetiva e instaurar todo tipo de modificaciones y cuestionamientos.

Nueva dirección en Psicoanálisis

El modo como reconstituye lo que será captado como síntoma nos muestra que la psiquiatría de cultura analítica tiene tendencia a buscar siempre una referencia en la historia personal, a hacer que esta historia sea rearticulada en forma de historicidad imaginaria y que cada mito individual se conecte con un gran mito de referencia. Este gran mito halla su cohesión en un sistema totalizado y totalizador. Es la referencia al gran Otro. Todas las referencias imaginarias que se harán de la historia individual, los diversos complejos y problemas personales serán referidos a esta instancia mítica fundamental. Esto corresponde al sencillo deseo de que es preciso que todo éste se sitúe en alguna parte, en particular en un campo territorial dado, y en función de un proceso de encodificación colectivo que no dispone de otro medio que el de la escritura. Es fastidioso que la ideología freudiana, en el curso de su desarrollo, se halla apoyado cada vez más en los más célebres y hermosos mitos antiguos. Toda investigación, sea etnológica o sea de una psiquiatría viviente, muestra que las representaciones, los mitos, todo lo que alimenta la segunda escena, todos esos personajes no son forzosamente: el padre, la madre, la abuela, o los monstruos sagrados de la era secundaria; son más bien personajes que constituyen las cuestiones fundamentales de la sociedad, es decir la lucha de clases de nuestra época. Es evidente que la eliminación de ciertas impasses neuróticas no pueden hacerse cara a cara con el analista, si este último desconoce ciertos elementos exteriores de la situación analítica. Si el psicoanalista es ciego a todas las cosas de este orden y pretende que no forman parte del campo de análisis, es imposible que pueda tener acceso a ciertos problemas no solamente políticos, sino a la axiomática inconsciente que es común a las personas que viven en la sociedad real.


Algunas ideas comentadas en las últimas reuniones del C.F.G.:

Un aspecto importante a tener en cuenta en el análisis institucional es la gestión de la diferencia, qué se hace con ella, cómo se actúa ante el caos, ver la rigidez y la resistencia al cambio.
La pregunta que se abre es el cómo producir procesos autoorganizativos libres del aniquilamiento del deseo y las diferencias y de las identificaciones grupales que imposibilitan la singularidad. El viejo debate individuo-colectividad vuelve a aparecer pero necesariamente replanteado. No se trata de dejarnos engañar por la trampa individualista y narcisista, ni por el Dios trascendente de lo colectivo.
Nuestras sociedades utilizan el doble proceso de individualización y homogeneización contraria a nuestra apuesta por una colectividad inmanente y singularizante, desprovista de cualquier mito, ya sea lo Colectivo como trascendencia o el Individuo como rey y realidad autónoma. Para nosotras la construcción de la multitud como sujeto-virus de la transformación es muy parecida al funcionamiento de una ‘manada cambiante’ donde cada miembro mantiene su singularidad (aunque esta en permanente mutación) y se alía para realizar acciones concretas con los demás miembros de la manada, sin dejar de ocuparse de lo “suyo” al mismo tiempo que participa de la banda. Cada miembro permanece “solo” (singular) a pesar de estar con los demás (colectividad). Nómadas que se alían para robar el campamento, pero después cada uno, si quiere, hace otro camino diferente, forman otras bandas, se conectan con otras multiplicidades. Es su agenciamiento con el territorio atravesado y conflictual, lo que predetermina la subjetividad del nómada, su rol; así puede ser soldado, agricultor, etc. su relación con la tierra y la necesidad es lo que lleva a formar sus comunidades transformables.Igualmente el liderazgo es cambiante, funcional e inmanente, según la situación uno u otro asumirá ese rol temporalmente, sin ego ni narcisismo transcendente, sin hambre de reconocimiento continuo.
El dispositivo con el que nos han hecho pensar ( pensamiento-árbol, pensamiento-raiz) , tiene como principio la noción de unidad que da como efecto un tinte arbóreo para todo nuestro hacer. Un tinte reductor y negador de las diferencias. Pensarse como Unidad, por tanto como centro referente y a partir de ahí pensar al Otro como otra unidad, así quedamos encerrados, reducidos sin salida. El situarse, sentirse, subjetivar(se) a si mismo desde la noción de unidad, es parte fundamental del problema de querer construir al otro a imagen y semejanza, con identificaciones continuas; es el pensamiento de lo Mismo. La imagen identificatoria del pensamiento, de las que somos herederos, nos hace ver el mundo desde una perspectiva cartesiana, racional-consciente (yo-pienso). Bajo este modelo, con el que solemos pensarnos a nosotros y nuestras políticas, esto de intentar hacer al otro como a uno mismo (identificación proyectiva), moralmente es algo que rechazamos, pero que sin embargo lo hacemos continuamente de manera preconsciente o inconsciente. Querer que los otros sean como Uno es, por tanto lanzar líneas para que se identifiquen con Mi Unidad, (sea la que sea; mi grupo, mi decisión, mi línea, mi opinión sobre...) para capturar al otro. Pero ¿Por qué es tan necesario crear una identidad común? ¿Podemos hacer una política de la multiplicidad, sin rasgos unarios? ¿Por qué nuestra subjetividad tiene que se referirse a una identidad? ¿ Es posible construir subjetividades no identitarias referidas a la multiplicidad y los devenires?.
Hay que pensar lo que se puede en una institución, pensar la reconstrucción creativa y democrática de una institución, pero no podemos pensar en una solución fácil que nos haga elegir entre horizontalidad y verticalidad. El coeficiente de transversalidad sale de la ecuación vertical-horizontal, éste nos habla de reversibilidad, de escucha, del caminar preguntando, de plasticidad, de lo múltiple. La institución democrática no es la que elimina la verticalidad, sino aquella que no se atemoriza por los movimientos de las composiciones horizontales. Pensar la institución en flujo y reflujo que se da en las dimensiones de organizaciones que permiten la no proliferación de agujeros negros en la dinámica de la institución, a la vez que esta misma dinámica permite lugares de expresión de las singularidades de sus elementos. Una paradoja no resuelta, un problema siempre de ajuste, de modulación y ensamblaje, entre orden y desorden, entre caos y cosmos.
La lectura micropolítica , inmanente y socio-analítica que intentamos hacer de la institución considera ésta como un dispositivo. Dicho dispositivo es una red singular de atravesamientos sociales. La institución es una condensación relacional, un espacio de articulación, de cruce de dinámicas sociales heterogéneas que no provienen de la propia institución. Esto no resta que la institución, nudo de estos flujos, les de forma y los redestribuya, organiza y produzca. La institución no es algo fijo y estático, sino movimiento que entre cruza los procesos sociales. Nudo de complejas y móviles situaciones sociales, no es un todo unificado, fijo y unívoco, sino un entramado de constelaciones discursivas y prácticas económicas, jurídicas, técnicas, políticas, etc.
El análisis institucional trata de poder pensar los problemas, los límites, las quejas, los controles necesarios y los innecesarios. Saber analizar micropolíticamente, no sólo la transferencia, sino la contratransferencia que producen las instituciones sobre los actores de la misma.Se trataría de ver cómo está compuesta por la relación que hay entre los diferentes elementos del Sistema. Ver cómo funcionan estas relaciones y cómo condicionan la dinámica del lugar constituyendo un tipo de ambiente institucional. El analista (individual o colectivo) de la institución trata de conocer y deshacer los síntomas de la institución, Es decir, hacer continuamente cartografias (es decir, mapas de las relaciones que hay en la institución en cada momento ) y generar a la vez intervenciones que saneen el ambiente institucional.

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